La Ilustración y el Siglo de las Luces

 

La Ilustración y el Siglo de las Luces

Adriaan de Lelie.(1755-1820) “La galería de arte de Jan Gildemeester Jansz”

El renacimiento del uso de la razón

La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual, nacido en Europa a mediados del siglo XVIII y que extendió casi durante casi cien años, especialmente en Francia, Inglaterra y Alemania.
Fue el​ propulsor de profundos cambios culturales y sociales, especialmente el instrumento que condujo a la Revolución Francesa.
La denominación del movimiento proviene de su objetivo de disipar la oscuridad la ignorancia de los seres humanos mediante las luces del conocimiento y el uso de la razón. Debido a ello, el siglo XVIII se ha denominado el “Siglo de las Luces5” y de la instauración de la fe en el progreso de la humanidad.
Los pensadores de la Ilustración sostenían que el conocimiento humano podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía política para lograr la construcción de un mundo mejor.
El movimiento ejerció gran influencia en los aspectos científicos, económicos, políticos y sociales de la época. El pensamiento ilustrado se extendió con mucha fuerza en la burguesía y en menor parte en la aristocracia, a través del surgimiento de nuevos medios de publicación y difusión, así como las reuniones que se desarrollaban en las residencias de personas influyentes, adineradas o aristócratas, en las que participaban intelectuales y políticos con la finalidad de exponer y debatir acerca de temas de ciencia, filosofía, política, arte o literatura.

Inmanuel Kant (1724-1804) Filósofo y científico prusiano del período de la Ilustración

Kant la definió de esta forma:
“La Ilustración significa el abandono del hombre de una infancia mental de la que él mismo es culpable. Infancia es la incapacidad de usar la propia razón sin la guía de otra persona. Esta puericia es culpable cuando su causa no es la falta de inteligencia, sino la falta de decisión o de valor para pensar sin ayuda ajena. Sapere aude «¡Atrévete a saber!» He aquí la divisa de la Ilustración”.
D´Alambert, otro de los teóricos del movimiento acrecentaba:

Jean le Ronde d´Alambert (1717-1783. Filósofo, matemático y enciclopedista francés.

«(La ilustración)… discutió, analizó y agitó todo, desde las ciencias profanas a los fundamentos de la revelación, desde la metafísica a las materias del gusto, desde la música hasta la moral, desde las disputas escolásticas de los teólogos hasta los objetos del comercio, desde los derechos de los príncipes a los de los pueblos, desde la ley natural hasta las leyes arbitrarias de las naciones, en una palabra, desde las cuestiones que más nos atañen a las que nos interesan más débilmente»
Aunque el término Ilustración se refiere específicamente a un movimiento intelectual del S. XVII, existen precedentes en Inglaterra y Escocia desde finales del siglo XVII, si bien en su vertiente política el movimiento se considera originario de Francia. La Ilustración francesa tuvo una expresión estética, denominada Neoclasicismo, (la que ya abordamos en un artículo anterior) a diferencia de la alemana, liderada por Gotthold Ephraim Lessing, que se alejaba por completo de esta, a la que despreciaba.

Gotthold Ephraim Lessing ( 1729 1781) Escritor y crítico del arte alemán del movimiento de la ilustración alemana. Consideraba que la poesía era un forma de artes superior a la pintura.

Desde Francia se expandió hacia toda Europa hasta llegar a América, una modalidad de ilustración sociopolítica la que comenzó a renovar los criterios políticos y sociales del poder. No obstante, la aportación francesa es discutible en el terreno de las Artes y la Literatura. La Estética como disciplina es una de las grandes invenciones del S. XVII inglés con las ideas de Francis Hutcheson y los empiristas, y en especial alemana a partir de Alexander Gottlieb Baumgarten. ​

Francis Hutcheson (1694-1746) Economista y filósofo irlandés.


Alexander Gottlieb Baumgarte, (1714-1762) Filósofo, catedrático y escritor.


Los antecedentes: el Siglo XVII o Siglo de la Razón

Algunos historiadores establecen que los límites de la Ilustración se extienden por la mayor parte del siglo XVI, mientras que otros prefieren denominar a esta época como la Era de la Razón. Ambos períodos se encuentran, unidos y emparentados, e incluso es igualmente correcto hablar de ambos períodos como de uno solo.

A lo largo del todo el siglo XVI y parte del siglo XVII, Europa se VIÓ envuelta en guerras religiosas entre católicos y protestantes. La situación política se estabilizó en consecuencia de la firma de la Paz de Westfalia en 1648 y con el final de la guerra civil en Inglaterra, lo que sumergía a las naciones en un ambiente de agitación, centrando las nociones de fe y misticismo en las revelaciones "divinas", captadas de forma individual como la fuente principal del conocimiento y la sabiduría. Contrariamente a esta creencia, la Era de la Razón trató de establecer una corriente filosófica basada en el axioma y el absolutismo como bases para el conocimiento y la estabilidad.
Este objetivo de la Era de la Razón, construido sobre axiomas, alcanzó su ápice con la publicación de la “Ética” de Baruch Spinoza, texto en el que exponía una visión panteísta del universo donde Dios y la Naturaleza eran uno solo, inspirada en la expresión bíblica: 'En Él vivimos, nos movemos y existimos. Esta idea se convirtió en el fundamento para la Ilustración, desde Isaac Newton hasta Thomas Jefferson.

Baruch Spinosa (1632-1677) Filósofo neerlandés.

En muchos sentidos, la Ilustración también había recibido influencias de las ideas de Blaise Pascal, Gottfried Leibniz, Galileo Galilei y otros filósofos de períodos anteriores. Durante el siglo, el pensamiento europeo atravesaba por una ola de profundos cambios, basados en las ideas de la filosofía natural de Sir Isaac Newton, un matemático y físico brillante.

Isaac Newton (1643-1727) Físico, inventor, teólogo y matemático inglés.

Las ideas de Newton, combinaban su habilidad de fusionar las pruebas axiomáticas con las observaciones físicas en sistemas coherentes de predicciones verificables. Proporcionaron el sentido de la mayor parte de lo que sobrevendría en el siglo posterior tras la publicación de sus Philosophiae Naturalis Principia Mathematica. Newton no era el único en su revolución sistemática del pensamiento: era el más famoso y visible de un grupo de pensadores que revolucionaron la historia de la cultura. Las ideas de leyes uniformes para los fenómenos naturales se reflejaron en una mayor sistematización de una variedad de estudios.
Así como el período anterior fue la era del razonamiento sobre los principios básicos, la Ilustración se dedicó a buscar la mente de Dios, mediante el estudio de la creación y por la deducción de las verdades básicas del mundo. Esta visión de algún modo puede haber llegado hasta la actualidad, en los que la creencia de los individuos en las verdades es más provisional, pero en aquel momento, la verdad era una noción poderosa, que contenía las nociones básicas sobre la fuente de la legitimidad de las cosas.

El Siglo XVIII o el Siglo de las Revoluciones

El siglo XVIII consistió una época de progreso de los conocimientos racionales y de perfeccionamiento de las técnicas científicas. Puede ser considerado como un período de enriquecimiento cultural que potenció a la nueva burguesía, aunque se mantenían los derechos tradicionales de los órdenes privilegiados- la nobleza y el clero- dentro del sistema monárquico absolutista.
La historia del siglo XVIII se puede dividir de dos etapas bien diferenciadas: la primera mantiene a continuidad del Antiguo Régimen y se extiende hasta la década de 1770, mientras que la segunda, se caracteriza por el advenimiento de cambios profundos, culminando con la Revolución Estadounidense, la Revolución Francesa y Revolución Industrial en Inglaterra.
Esta renovada corriente abogaba por la razón como la forma de establecer un sistema autoritario ético. Entre 1751 y 1765 se publicó en Francia la primera Encyclopédie, de Denis Diderot y Jean Le Rond D'Alembert, obra que pretendía recoger el pensamiento ilustrado.

Ejemplar de la primera edición de La Enciclopedia.


Sus autores pretendían  educar a la sociedad,  aduciendo que una sociedad culta que piensa por sí misma era la mejor manera de asegurar el fin del Antiguo Régimen , caracterizado por el absolutismo y las dictaduras  basadas en la ignorancia del pueblo para dominarlo.
Denis Diderot (izquierda) y Jean D´Alambert lideraron la concepción y redacción de la Enciclopedia

En su redacción colaboraron también otros pensadores ilustrados como Montesquieu, Rousseau y Voltaire.

De izquierda a derecha, autores colaboradores de la Enciclopedia: Louis de Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau y Francis Voltaire.

Los líderes intelectuales del movimiento enciclopedista se consideraban como la élite de la sociedad, teniendo como principal propósito liderar a la humanidad hacia el progreso, sustrayéndolo del largo periodo oscuro de tradiciones, superstición, irracionalidad y tiranía-despotismo, etapa histórica creían se había iniciado durante la llamada Edad Oscura.
Este movimiento produjo el marco intelectual en el que se gestaría la Guerra de Independencia de los Estados Unidos y la Revolución francesa, así como el auge del capitalismo y el nacimiento del socialismo. Frente a la dominante música del barroco europea, las artes en Francia responderán al movimiento Neoclásico y Rococó.

Federico II tocando la flauta travesera en un concierto en el palacio de Sanssouci. Óleo pintado por A. A. von Henzel. Siglo XIX.”  Federico II de Prusia es considerado el modelo de rey ilustrado.

Otro importante movimiento filosófico del siglo XVIII, profundamente relacionado con la Ilustración, se caracterizaba por centrar su interés en la fe y la piedad. Sus partidarios trataban de usar el racionalismo como vía para demostrar la existencia de un ser supremo. En este periodo, la fe y la piedad eran parte integral en la exploración de la filosofía natural y la ética, además de las teorías políticas del momento. Sin embargo, prominentes filósofos ilustrados como Voltaire y Jean-Jacques Rousseau cuestionaron y criticaron la existencia de instituciones como la Iglesia y el Estado.
El siglo XVIII trajo también el continuo auge de las ideas empíricas en la filosofía, ideas que eran aplicadas a la política económica, al gobierno y a ciencias como la física, la química y la biología.
Es innegable que la Revolución francesa, si bien tuvo otras causas, no hubiera sido posible sin la presencia de la Ilustración que, poniendo luz sobre el oscurantismo de la Edad Media se alejó de los dogmas religiosos para explicar el mundo y sus acontecimientos, para hacerlo a la luz de la razón.
Hay que destacar que iluminismo no hubiera existido de no haber sido precedido un debilitamiento del poder de la Iglesia a causa de la reforma protestante, que dividió al mundo cristiano; y del Humanismo, movimiento filosófico que centró en el hombre el objeto de las preocupaciones terrenales, quitando a la religión ese privilegio y desechando el teocentrismo.

Características del movimiento

Aunque durante la segunda mitad del siglo XVIII, más del 70 % de la población europea era analfabeta, la intelectualidad y los grupos sociales más elevados descubrieron el papel que podría desempeñar la razón, estrechamente unida a las leyes sencillas y naturales, en el logro de la transformación y mejora de todos los aspectos de la vida humana.

Madame de Pompadour en su biblioteca rodeada de libros. La necesidad de aprender llevó a la aristocracia y a la burguesía a informarse mediante la lectura, la que fue favorecida con la divulgación de textos luego de la invención de la imprenta.

Es necesario recurrir a sus fuentes para comprender correctamente el fenómeno de la Ilustración. Ellas son: la filosofía de Descartes -basada en la duda metódica para llegar a admitir solamente las verdades claras y evidentes- y la revolución científica de Isaac Newton, que se apoyaba en sencillas leyes físicas generales.
René Descartes (1596-1650) Filósofo, matemático y físico francés.
Buscaba la relación entre el ser y el pensar.

Los pensadores ilustrados creían que estas leyes podían ser descubiertas por el método cartesiano y aplicadas universalmente al gobierno y a las sociedades humanas. Debido a ello, la élite de la época sentía grandes deseos de aprender y de enseñar lo aprendido. En ese ámbito fue significativa la labor desarrollada por Diderot y D'Alembert al publicar la “Encyclopédie raisonée des Sciences et des Arts” entre 1751 y 1765, para cuya concepción se inspiraron en los principios laicos y materialistas de la burguesía francesa. Fue completada en 1764 con el crítico “Dictionnaire philosophiqu”, de Voltaire. La obra “Ensayo” de John Locke, fue también una de sus​ precursoras.

John Locke (1632-1704) Filósofo y médico inglés, influyente impulsor del empirismo.

Inicialmente debemos señalar como característica común del movimiento la extraordinaria fe en el progreso y en las posibilidades de los varones y mujeres para dominar y transformar el mundo. Los ilustrados exaltaban la capacidad de la razón laica para descubrir las leyes naturales, a las que tomaron como guía en sus análisis e investigaciones científicas.

Alegoría de la Ciencias versus la Fe religiosa.

Los pensadores de la Ilustración defendían la posesión de una serie de derechos naturales inviolables, así como el reformismo frente al abuso de poder del absolutismo y la rigidez de la sociedad estamental del Antiguo Régimen. Fue precisamente el fracaso de este reformismo el que convirtió a la Ilustración en Liberalismo al estallar la Revolución Francesa. Criticaban la intolerancia en materia de religión, las formas y ritos religiosas tradicionales y al Dios castigador de la Biblia, rechazando toda creencia que no estuviera fundamentada en una concepción naturalista de la religión. Estos planteamientos se relacionaban íntimamente con las aspiraciones y valores laicos y materialistas de la burguesía, penetrando en otros estamentos sociales y potenciando un ánimo crítico hacia el sistema económico, social y político establecido por los estamentos nobiliario y clerical que culminó en la Revolución Francesa.
Entre las principales características de la ilustración podemos señalar:
El antropocentrismo. La Ilustración significó un nuevo Renacimiento ya que todo gira en torno al ser humano y en particular en torno a su razón material y sensible de forma aún más pronunciada que en el siglo XVI. El papel que en aquel entonces desempeño Italia, ahora lo protagonizará Francia.

Alegoría del antropocentrismo. Grabado de la época.

La fe será trasladada de Dios al hombre: se consolida la confianza y optimismo en lo que este puede hacer, y se piensa en que el progreso (concepto surgido en ese siglo) humano es continuo e indefinido.

Nicolás de Condorcet (1743-1794) y sus principales obras.

Condorcet escribe en esa época su “Cuadro de los progresos del espíritu humano” afirmando que los autores modernos son mejores que los antiguos y pueden perfeccionar las enseñanzas. Leibniz formuló la filosofía del optimismo frente al pesimismo característico de la Edad Media y el Barroco.

En consecuencia la sociedad se seculariza y la noción de Dios y la religión empiezan a perder su vigencia absoluta y la importancia trascendental de la que había gozado en todos los órdenes. Se instaura una cultura exclusivamente laica e incluso antirreligiosa y anticlerical. Empiezan a formularse las expresiones más tolerantes de espiritualidad, como el nihilismo libertario de Casanova y Pierre Choderlos de Laclos. Surge la Masonería, el deísmo propuesto por Voltaire, el agnosticismo, formulándose abiertamente las propuestas del ateísmo de Pierre Bayle o Paul Henri Dietrich y el libertinismo, expuesto por algunos personajes de novelas escandalosas de la época como los protagonistas de la obra del Marqués de Sade. La atención a los aspectos más oscuros del hombre constituye lo que se ha venido a llamar "la cara oscura del siglo de las luces".

Retrato imaginario del Marqués de Sade durante su prisión en Vincennes. La obra de Sade llevó al máximo el erotismo, provocando escándalos que acabaron por ser candidato a la guillotina durante el período del Terror.

El Racionalismo: Para los pensadores de la Ilustración todo conocimiento se fundamenta en la razón y en la experiencia sensible, y lo que aquella no admite no puede ser creído. Durante la Revolución Francesa, se llegó a rendir culto a la «diosa Razón», que según Condorcet se debía asociar con la luz y el progreso del espíritu humano.

El pueblo celebra a la Diosa Razón identificada como la República Francesa.

Las pasiones y sentimientos son considerados un mal en sí mismos y todo lo desprovisto de armonía, lo desequilibrado y asimétrico, lo desproporcionado y exagerado se considera monstruoso en estética.

Hipercriticismo y su subsecuente reformismo: Los ilustrados no asumen sin crítica la tradición del pasado: con la Enciclopedia se replantean todo el conocimiento anterior filtrándolo a la luz de la razón y desdeñan cuanto no se somete a los principios laicos y materialistas que ésta impone. Por ello desdeñan toda superstición y superchería, incluyendo a menudo a la religión. Son considerados como signos de oscurantismo y de una sociedad periclitada: por ellos, es preciso depurar el pasado de todo lo oscuro y poco racional para construir una sociedad mejor y más pura.
Como instrumentos, se usa la literatura ( en especial el teatro, la fábula y la sátira) para corregir los defectos de la sociedad y mejorarla (castigat ridendo mores, "corrige riendo las costumbres", escribe Horacio). Para ello se educa, no se entretiene con las letras, sino para lograr objetivos didácticos. La tragedia expone los funestos resultados de la pasión o de los sentimientos fuera de control; la comedia ridiculiza los defectos morales del ser humano; la fábula suministra ejemplos de conductas útiles y prudentes y los antiejemplos opuestos. En este período, la Historia se empieza a documentar con rigor; las Ciencias se vuelven exclusivamente empíricas y experimentales y la sociedad misma y sus formas de gobierno comienzan a ser sometidas a la crítica social, lo que culmina en los procesos revolucionarios a finales del periodo.
Se instala un fuerte deseo de utopía política, el que Jean-Jacques Rousseau formula con su concepto de voluntad general para inspirar gobiernos más justos. Igualmente, Montesquieu exige una justicia mejor, preconizando el principio de separación de poderes. A su vez, la Revolución Americana declara buscar la felicidad aquí en la tierra y proclama el derecho democrático a elegir a os gobernantes frente al modelo monárquico.

Comienzan a redactarse varias constituciones nacionales. Se crean sociedades para mejorar todas las disciplinas (academias científicas como la Royal Society, bibliotecas públicas, museos, sociedades económicas de amigos del país...), las ciencias adqueiren una trascendencia inesperada (Isaac Newton, Leibniz, Georges Louis Leclerc, Linneo, Lavoisier, Euler, Franklin), la medicina (surgen las vacunas y primeros intentos de higienización), la tecnología produce la máquina de vapor, la pila voltaica, se produce la reinvención de la porcelana, lanzadera volante en los telares, la lámpara de gas, el cronómetro, el termómetro y el sextante).

La vacunación, Óleo de Louis- Léopold Boilly.


El visor óptico. Grabado de Boilly.

La economía bajo los principios de Adam Smith avanza notablemente; gracias a ella, se promueve un gran crecimiento demográfico.
El Pragmatismo: Solo lo que es útil al hombre y a la sociedad merece emprenderse y llevarse a cabo. Se desarrolla la filosofía del Utilitarismo preconizada por Jeremías Bentham, quien se inspira en el principio ético general en la felicidad enunciada por Epicuro, bajo la fórmula de «la mayor felicidad para el mayor número de gente».

Jeremy Bentham (1748-1832) Filósofo, economista y pensador británico.

Las literaturas y las artes en general también han de tener un fin útil, que puede ser didáctico (la enseñanza), moral (depurar las pasiones insanas) o social (sátira de las malas costumbres con la finalidad de corregirlas). A causa de ello se produjeron crisis en varios géneros como la novela o que las mismas pasen a ser cultivadas como novelas de aprendizaje. Se pusieron de moda las fábulas, las enciclopedias, los ensayos, las sátiras, los informes y en general los géneros ensayísticos. El teatro pretendió corregir las costumbres con la comedia y limpiar de pasiones el alma con la tragedia.

La Imitación o mímesis: La mímesis se relaciona con la mathesis cartesiana, o la búsqueda de un conocimiento universal. En el restricto pensamiento de los neoclasicistas francés, la originalidad individual se consideraba un defecto y no una virtud. Se consideraba que se podrían lograr obras maestras con el empleo de “recetas”, imitando lo mejor de los autores y artistas grecorromanos, quienes se constituyeron en modelos para la arquitectura, la escultura, la pintura y la literatura.

Ejemplos de mímesis

      Panteón de Agripa- Roma (125 d.C.)                            Palacio Borbón (1722) 
                                                                                            Hoy Parlamento de Francia


                Dorífero- Policleto (S.v a.C.)                              Jasón (1803)- Bertel
                                                                                          Thorvaldsen (1770 - 1844)


Pintura neoclásica. Rafael Mengs. (1728-1779) Marte y Venus.

El academicismo imperó en todas las áreas artísticas, en especial en Francia, sofocando cualquier iniciativa de creatividad, sujetando a su influencia cualquier iniciativa que no se adecuara a sus estrictos cánones. Consideraba que “el buen gusto” debería ser el principal criterio, excluyéndose por lo tanto lo imperfecto, lo feo, lo decadente, lo supersticioso y oscuro, la violencia, la noche, las pasiones desatadas y la muerte.
En el género dramático, el teatro debía someterse a las reglas de las tres unidades simplificadas: unidad de acción, lugar y tiempo; agregando autores franceses la unidad de estilo, o manera de escribir.
Tanto en Inglaterra como en Alemania gracias a la estética empirista, estas propuestas académicas promoverán un absoluto rechazo por el teatro francés.


Idealismo: Como ya mencionamos, el buen gusto de la época exigía rechazar lo que pudiera ser considerado vulgar: no se toman en cuenta con criterios estéticos del pueblo. En literatura el lenguaje no admite groserías ni insultos, en busca del purismo, aunque con frecuencia se contagia con algunos galicismos. Con relación a la temática, no se presentan crímenes ni críticas al poder, el que aparece como inmutable, tampoco se muestran mezcladas las clases populares con las elevadas, mucho menos escenas de mal gusto como el suicidio (que será tema del Romanticismo como veremos más adelante) , sino que la temática exaltará todo lo amable y elevado. En el aspecto histórico, se excluye cualquier forma de cambio social "desde abajo".

El Universalismo: El modelo de la razón conducirá a los ilustrados a generalizar, asumiendo una tradición cultural cosmopolita, fundiendo todo tipo de tradiciones nacionales en el crisol grecorromano. El único interés es la búsqueda por lo humano y universal, y considerando que la tradición literaria más universal es la clásica y el academicismo francés la ha incorporado, todo lo considerado francés se pone de moda. Expresarse mediante la lengua francesa se transforma en un signo de distinción: el arte y la cultura francesa influye en Alemania, España y Rusia.

Catalina la Grande, Emperatriz de Rusia retrato pintado por F. Rokotov (1770) En su corte se hablaba francés y los gustos artísticos y culturales eran imitados de la corte borbónica de Versalles.

Las clases cultas hablan de "las Grecias, las Romas y las Francias" porque en esa época no existía aún) el subjetivo nacionalismo romántico ni la teoría de los caracteres nacionales. Debido a ello se cultivan los géneros literarios puros y atemporales del clasicismo grecolatino: la fábula, la tragedia, la comedia, la oda, la elegía, la égloga o pastoral, la sátira, el poema didáctico o moral, excluyéndose géneros propios de otras culturas como la tragicomedia lopesca o el drama isabelino, o de aire medieval como la comedia de santos o el auto sacramental.

El universalismo ilustrado comienza a elaborar utopías de gobierno colectivo cuyo choque con la realidad desembocará en la Revolución francesa.

La política durante la Ilustración

Durante la Ilustración surgirá el despotismo ilustrado, concepto político dominante en Europa durante la segunda mitad del siglo XVIII. Se instala en el marco de las monarquías absolutas, pero incluyendo las ideas filosóficas de la Ilustración, según las cuales, las decisiones humanas deberán se guiadas por la razón.
Los monarcas de esta doctrina, además de la ya mencionada Catalina de Rusia, incluyen a Carlos III de España, Gustavo III de Suecia,​ José I de Portugal, María Teresa I de Austria​ y su hijo José II de Austria,​ Federico II de Prusia​ y Luis XVI de Francia

Estos monarcas contribuyeron al enriquecimiento de la cultura de sus respectivos países, adoptando un discurso de tipo paternalista. En algunos casos, delegaron el poder en personajes omnipotentes de su confianza, como fue el caso del marqués de Pombal en el Reino de Portugal, de Gaspar Melchor de Jovellanos en España, de Bernardo Tanucci en el Reino de Nápoles o de Guillaume Du Tillot en el ducado de Parma.
Los problemas de los Estados absolutistas requerían de la colaboración de personas calificadas y con nuevas ideas, dispuestos a reformar e impulsar el desarrollo político y económico de las naciones. El monarca ilustrado era un soberano que acepta los principios de la Ilustración y deseaba ponerlos en práctica para lograr una mayor eficiencia del Estado y en beneficio de este y de los súbditos.
No obstante las críticas de los filósofos ilustrados a la política y a la sociedad de su tiempo, no pretendían que los cambios sucedieran por vía revolucionaria; confiaban en un cambio pacífico orientado desde el estamento superior del poder para educar a las masas inferiores, no ilustradas. Los monarcas que mencionamos aceptaron las ideas propuestas por la Ilustración, dando origen al despotismo ilustrado.
Con esta propuesta, el temor a la innovación fue sustituida por la creencia en la posibilidad de alcanzar un futuro mejor, no motivado por cambios súbitos, sino por una paciente labor educativa y legislativa, para la cual se necesitaba la colaboración de los ilustrados, cuyas ideas no constituían un pensamiento meramente especulativo, sino que se convertirían en programas de gobierno y se llevarían a la práctica.
No obstante las buenas intenciones teóricas en la práctica el despotismo ilustrado, se caracterizó por el paternalismo, en oposición a la opinión extendida desde los enciclopedistas que veía necesario el protagonismo y la intervención del pueblo en los asuntos políticos, incluso asignándole el papel de sujeto de la soberanía.
“Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” fue la frase utilizada, la que implicaba que el gobierno tomaba medidas para el "pueblo", o para su mejora; pero las decisiones eran tomadas sin la participación ni intervención del mismo.

La separación de poderes

La ilustración en el ámbito político condujo a la teoría de la separación de poderes.
Propone subordinar el poder religioso al civil (proceso denominado secularización). En el interior del poder religioso aparecen las primeras señales de independencia de las iglesias nacionales respecto al absolutismo del papa y surge a la vez, el concepto de contrato social que llegará a su máxima expresión con Rousseau y el socialismo utópico.

Para los ilustrados, el destino del hombre es la máxima felicidad epicúrea: la propia Constitución de los Estados Unidos acogerá este propósito como uno de los Derechos de los Ciudadanos. Hacia el final del siglo XVIII el liberalismo, nacido de las ideas de John Locke, Adam Smith, Jeremías Bentham y John Stuart Mill, junto a la Revolución Francesa, expandirán las conquistas sociales de la Ilustración por Europa y Norteamérica, dándole fin al Antiguo Régimen.
De este modo, acaba progresivamente la sociedad estamental que se viene arrastrando desde el feudalismo y emerge una nueva clase social, la burguesía, cuyos miembros adquieren conciencia de su poder económico y su impotencia política, de tal forma que conquistarán el poder a lo largo del siglo siguiente a través de diversas revoluciones (1820, 1830, 1848) Con ellas, van ampliando su presencia en los órganos políticos del Estado relegando a la aristocracia a un papel subalterno.

En el ámbito de la jurisprudencia, Cesare Beccaria (1738-1794) publicó en Livorno (Italia) en el año 1764 “Dei delitti e delle pene” obra que sienta las bases de la moderna ciencia criminal.

Césare Beccaria (1738-1794)

Beccaria estableció la gravedad de los delitos y la proporción de las penas a partir de los principios de la filosofía ilustrada francesa y la teoría contractualista y utilitarista de Locke. El jurista italiano concebía al delito como una violación del orden social y la pena como una defensa del mismo. En la obra, plantea también una dura crítica a los métodos judiciarios de la época, como el uso de la tortura o la pena de muerte. Algunos legisladores europeos asimilaron las teorías de Beccaria: Catalina II de Rusia, por ejemplo, promovió una reforma del código penal inspirada en la obra del pensador italiano.​

La religión durante el período de la Ilustración

Al ser replanteado de un modo hipercrítico todo el conocimiento anterior, la ilustración concibió de una forma nueva a la religión, intentando quitarle cualquier resabio de superstición. La historia de la Iglesia, pasará a ser examinada de forma crítico, desmontando, por ejemplo: numerosas devociones, tradiciones y creencias falsas y legendarias.
Bajo la luz de la razón los seglares realizan también las primeras formulaciones del deísmo (Voltaire, Volney, Rousseau) y el ateísmo (Diderot, Holbach, La Mettrie) y se esboza por primera vez cierto comparatismo en la historia de las religiones, que aparece, por ejemplo, en el relativismo de Voltaire.
Se extienden el libertinismo (la incredulidad de los milagros) y el librepensamiento, acompañados de un laicismo que comienza a instalarse con fuerza en los gobiernos de Europa.

La expulsión de los Jesuitas de España- 1767. Grabado

En 1759 el marqués de Pombal, ministro del rey portugués José I de Portugal, expulsó a los jesuitas, últimos defensores del cesaropapismo. A este hecho le siguieron la mayoría de los países europeos (Francia en 1762; España en 1767; Parma en el año 1768; y hasta el propio papa disolvió la Compañía en 1773).
El emperador católico de Austria José II cerró los claustros y los conventos para evitar el desperdicio de vidas que a su juicio representaba la clausura, abriendo así además la vía para la secularización y desamortización general de sus bienes.
Carlos III produjo una expulsión que, en razón de sus territorios, abarcaba no solo España sino toda la América hispánica y Filipinas.

Expulsión de los jesuitas en el Virreinato del Río de la Plata.

En los países protestantes, el pietismo de August Hermann Francke y Nicolaus Ludwig von Zinzendorf, quienes propugnaban una religiosidad puramente espiritual y personal, tuvo que enfrentarse a la ortodoxia clerical establecida. La religión se empieza a contemplar a través de criterios científicos y laicistas como si se estudiara a la naturaleza misma y desde un punto de vista utilitarista que abandona las viejas y supersticiosas concepciones. Para la mayoría de los filósofos, la ilustración incluía un rechazo del cristianismo tradicional. La aparición de estas tendencias laicas culminó con el surgimiento de la Revolución Francesa.

John Locke (1632-1704)

En un siglo caracterizado por la soberanía de la razón, el “Ensayo sobre el entendimiento humano” (1690) de John Locke exigía pruebas de los dogmas religiosos, entablando un combate general contra el dogmatismo.
En Inglaterra, el repudio de la tradición religiosa acrítica había derivado rápidamente hacia el deísmo, que solamente reconocía a Dios, a la virtud y a la inmortalidad como los tres fundamentos de una religión natural universal. La obra del primer deísta John Toland Christianity not Misterious (1696) había señalado el punto de partida de este movimiento que, en el siglo XVIII, contó con Gotthold Ephraim Lessing, Voltaire y Volney como a sus principales adeptos.
La tendencia intelectual más radical en el análisis y comprensión de la religión fue el materialismo francés del siglo XVIII. En 1745 un médico, Julien Offray de La Mettrie, publica su “Histoire naturelle de l'âme”, con la que llega a la conclusión de que esta es material.

Julien Offray de La Mettrie, (1709-1751)

La obra fue quemada por mandato causa del Parlamento de París, pero aún así el autor desarrolló su teoría y publicó en 1747 su libro principal, “L'Homme Machine”, en el que define al hombre como una máquina y defiende ostensiblemente un materialismo ateo.

 
Federico el Grande lo llamó a su Academia de Berlín, donde el filósofo acudió prontamente ya que era perseguido en Francia por sus concepciones políticas, reputadas de peligrosas.

 
Su seguidor, el barón de Holbach, expuso las teorías del materialismo francés en su “Système de la Nature” (1770) mezclándolos con los restantes elementos de la doctrina empírica, el Sensualismo de Condillac, el Determinismo ateo de Denis Diderot y la moral del egoísmo preconizada por Helvetius, llegando a la conclusión de que, en realidad, nada existe fuera de la materia eterna de la que provienen todos los movimientos de los cuerpos y que, por consiguiente, la concepción de Dios es inútil y la religión es una invención de la Iglesia para que ella se aproveche como única depositaria de la moral, lo que perjudicar al bienestar del pueblo.

 
Sus ideas, divulgadas por el grupo que Jean-Jacques Rousseau empezaron a calar seriamente entre los pensadores libres y ya el propio Rousseau había defendido una religiosidad natural en su "Profesión de fe del vicario saboyano", dentro de su Emilio. Algunos filósofos como Charles-François Dupuis, redujeron la idea de Jesucristo a la de un mito solar.

 
Sociedades secretas como la Francmasonería, los Rosacruz y los Iluminati identificaban a Dios como un arquitecto laico y racional del universo, calificando a la religión como una superstición vulgar; lo importante para ellos se resumía a construir el templo de la humanidad sobre las bases de la caridad activa y la ética como categorías superiores a toda religión.
La primera gran logia masónica se fundó en Londres en 1717 y en 1723. James Anderson escribió sus Constituciones o estatutos.

 
La masonería se propagará por todo el mundo y, por ejemplo, tendrá una gran importancia en la constitución de la primera república presidencial del siglo XVIII: los Estados Unidos, la que no reconoce ninguna religión como oficial. Varios eclesiásticos y monarcas fueron masones, como Federico el Grande, e intelectuales como Wieland, Goethe y Lessing.
Estas concepciones nacidas a partir de la Ilustración difundirán una concepción más espiritual, personal y sobre todo tolerante de la iglesia. La religión llegará a convertirse en un compromiso personal con Dios, abandonando las imposiciones dogmáticas e institucionales de las iglesias, que, según los ilustrados, usurparon el lugar del verdadero Dios.

 
La Ilustración entonces, se caracterizó por la pluralidad y la tolerancia: la tolerancia como el principio que expondrán Voltaire y Lessing en sus obras. Voltaire escribirá que "en un país donde hay una sola religión, no se puede vivir; en donde hay dos, hay guerra civil; pero en Inglaterra, donde hay treinta, existe paz". Y Lessing, en su drama Natán el Sabio (1779), proclamó el evangelio del amor tolerante en su forma más pura y en su Erziehung des Menschengeschlechtes ("Educación del género humano", 1780) trata además de resolver la contradicción entre la revelación y la razón, explicando que la ética es la última meta de todas las religiones.

 
De ese modo, convivirán ortodoxos, católicos y protestantes; deístas y partidarios de la llamada religión natural -que denomina a Dios "Ser supremo"- y al que incluso se consagró un ara o altar en Nôtre Dame durante la Revolución francesa. Pero también en la misma época convivían ateos y nihilistas o libertinos (el marqués de Sade, Choderlos de Laclos, Restif de la Bretonne), también llamados pirrónicos o llanamente descreídos. La Iglesia pasó a estar sometida al Estado absoluto, lo cual generó conflictos en los países católicos, ya que dependían a su vez de las decisiones políticas del pontífice en Roma.



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